El arte de llamarse Mario (y Luigi) y la popularidad que alcanzó su diseño, fue algo que nunca imaginó Shigeru Miyamoto cuando a inicios de los 80 creó el videojuego de Donkey Kong, y con ello el primer esbozo del plomero insignia de Nintendo.
EL BIGOTE DE MARIO (Y LUIGI)
En aquella primera aparición, Mario presentó un diseño que los colores que utiliza actualmente pero a la inversa (un overol rojo y playera azul). Así, saltó a la historia éste “Jumpman” (nombre con el que se le conoció inicialmente).
La apariencia de Mario (y Luigi) no fue al azar. La gorra se utilizó para no animar el pelo del personaje, y su característico bigote para diferenciar la nariz de la boca. Su nombre lo heredó del dueño del edificio donde Nintendo of America tenía sus oficinas, Mario Segale.
LA PRINCESA NO ESTÁ EN EL CASTILLO
En septiembre de 1985, con su primer aventura en solitario para la NES, el fontanero y su travesía por el Reino Champiñón revitalizaron una industria que se creía muerta después de que Atari, líder de ventas en dicha escena, se fue a la quiebra. Para cuando tomó su segundo aire y quiso recuperar su trono, la Gran N y su consola casera ya lo habían ocupado.
De ahí en adelante Mario tuvo más y más aventuras, con su hermano Luigi a su lado. Incluso hay juegos donde la Princesa Peach y su fiel sirviente Toad saltan a la acción y se unen a la aventura, con sus propias habilidades y características, claro está.
De ahí pa’lante, el “plomero/carpintero/doctor/sé lo que quieres ser” logró una fama a nivel mundial al grado de que los niños de los ’90 lo reconocían más fácil a él que al ratón de Walt Disney
LAS MIELES DEL ÉXITO
Antes de finalizar el Siglo XX, Mario y sus mundos eran tan populares que hay videojuegos para todos los gustos, desde Super Mario Bros. 3 y su enorme cantidad de power-ups (¡el traje de la ranita forever!) hasta cabalgatas hacia el horizonte de la Isla Dinosaurio sobre Yoshi, así como momentos para perderse en los pasillos del Castillo Real o para dar un paseo por la Isla Delfino, o aún más allá de los confines del espacio, con los compañeros de viaje más raros.
En todo momento, sabes que junto a Mario (y Luigi) viene una gran aventura y, quizás a veces, como en mi caso en particular, más que ayudarlo a salvar al ser amado, te ayuda a salvarte a ti.
¡Feliz Mario Day!