5 Programas Mexicanos de la TV Noventera – The Mighty Top

Seguimos celebrando el mes patrio, y como en La Covacha nos concentramos en productos de entretenimiento, no hablaremos de historia, sociedad o gastronomía, nos enfocaremos en aquellos programas de televisión que vale la pena recordar. Esta lista no busca ser exhaustiva ni representativa de nada, excepto de nuestra propia nostalgia. Buscamos alejarnos del lugar común así que nada de Chespirito, Lucha Libre o Chabelo, ¡comenzamos!

5 | TRIC TRAC

Aunque muchos niegan y hasta presumen que jamás en su vida han visto una, las telenovelas son (junto con el Libro Vaquero) la producción nacional con mayor impacto cultural que hemos tenido en décadas. Sí, su calidad deja mucho que desear, pero en algún momento tendremos que detenernos a estudiarlas, analizarlas y darles su justo valor socio-cultural (algo que es independiente de su calidad como obra).

Hubo un tiempo en el que había telenovelas dirigidas a públicos específicos, incluso para niños, con tramas que incluían elementos fantásticos y protagonistas infantiles. Los niños de cuarto y quinto de primaria de mediados de los 90 no se perdían Tric Trac, en la que un perro del espacio llega a la Tierra y requiere la ayuda de un grupo de niños para volver a su planeta… o algo así.

La voz del perro era de Claudio Yarto, vocalista del grupo de rap mexicano Caló (otro pilar cultural criminalmente poco valorado), y la coprotagonista era Bárbara Mori (probablemente otra razón del éxito de la serie).

Alguna vez en Ventaneando (¿qué hacíamos viendo eso? No nos juzguen) se quejaron de un capitulo en el que la villana es enviada a ser torturada en el Infierno. En palabras de Doña Paty Chapoy: esas no son cosas que deban salir en una telenovela para niños, que debería ser de amor y amistad. Por lo cual la telenovela del perro que habla con la voz de Claudio Yarto tenía esa aura de rebeldía que Tv Azteca logró darle a sus producciones de mediados de los ’90.

4 | HECHOS DE PELUCHE

El sexenio 1994-2000 fue un punto coyuntural en la historia política de México. Tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas algo cambió, la fuerte garra con la que el PRI tenía atada la cultura mexicana se tuvo que suavizar. El partido regente ya no tenía esa aura todopoderosa, y definitivamente Ernesto Zedillo no tenía la presencia imponente de la Presidencia Imperial, y para el último lustro del siglo XX apareció un programa de televisión que hacía mofa de la clase política de forma directa y obvia, sin que nadie temiera que los involucrados amanecieran muertos.

Hechos de Peluche no representó ni de lejos una crítica dura, especialmente comparado con lo que sus contrapartes internacionales estaban haciendo, incluido el programa español del que se “inspiraron”. Pero en un programa de transmisión nacional estaban parodiados todos los miembros de la clase política, con excepción del presidente Zedillo (la figura presidencial estaba en decadencia, pero aún era tabú la idea de burlarse del presidente); no era algo undergraund (como El Chahuistle, por ejemplo), era parte de la programación cotidiana, ayudando a desmitificar las estructuras de poder. Que tristemente nunca pasó del chiste fácil y superficial, ya es otro tema.

Hechos de Peluche mutaría con el nuevo siglo a una simple barra cómica, si mal no recuerdo terminó con Tachidito, un personaje que rivalizaba con El Compayito en la categoría “No puedo creer que esto sea popular”. Pero para ese momento la crítica política en México ya era algo mainstream. Brozo tenía un programa matutino, el presidente ya no era intocable, de hecho, junto a su némesis el alcalde de la Ciudad de México, era la burla cotidiana en “La Parodia”. Pero al final y en retrospectiva podemos decir que Hechos de Peluche estuvo ahí para abrir la puerta.

3 | NINTENDOMANIA

En los ’90 los videojuegos aún eran mal vistos. La gente nos regañaba diciéndonos que pasábamos demasiado tiempo pegados a una pantalla y nos auguraban enormes problemas mentales y de desarrollo psicosocial (ajá, así como nosotros le decimos lo mismo a los niños que actualmente no se despegan de su celular). Pero los videojuegos llegaron para quedarse, para dolor de muchas Señoras Alegría.

Hace dos décadas se dio la guerra de consolas que ganó Nintento… durante unos meses hasta que llegó Sony y su PlayStation. Sin embargo aquí en México no la sentimos tanto como en Estados Unidos. Especialmente si vivías en provincia, sobretodo fuera del centro del país, donde las consolas Sega eran una leyenda urbana que te contaba algún compañerito que veía anuncios en la tv de paga gringa o el que se había ido de vacas a Estados Unidos.

Aquí en México la Gran N siempre fue el rey, especialmente en la época del Super Nintendo. Por eso no es de extrañar que Gus Rodriguez, uno de los guionistas de Eugenio Derbez y fundador de la revista Club Nintendo, propusiera un programa de TV donde se hablara de los juegos de Nintendo, hecho por los mejores artesanos del Nintendo, exclusivos del medio de Nintend-¡YADEJADEDECIRNINTENDO!

(ejem)

Gus Rodriguez es un personaje enigmático, ves su nombre por aquí y por allá, detrás de algunas de las cosas pivótales de la TV mexicana en los ’90, pero todo mundo lo recordará por Nintendomania, EL PROGRAMA DE VIDEOJUEGOS que todo niño mexicano clasemediero tenía que ver, con datos curiosos, consejos, cheat codes y cobertura de los nacientes eventos de la industria.

El programa era entretenido por sí mismo incluso si nunca tuviste una consola de videojuegos (cries in spanish), y cuando se añadió Maggie Heygi al elenco, digamos que se puso más interesante.

Con la llegada del nuevo milenio y la aún mayor apertura en ofertas televisivas, llegaron programas de videojuegos producidos en otros países que no tenían la restricción de sólo dedicarse a una marca, por lo que Nintentomania fue perdiendo terreno y al final murió con el siglo XX. Pero en su momento fue lo más cool que se producía en el país, un programa que parecía hecho por una nueva generación y no los viejitos de Televisa y Tv Azteca.

2 | CARITELE

Los niños de los 90 amaban despertarse temprano los sábados por una sola razón: Caritele, un programa que se desarrollaba dentro de una barra de programación animada. Entre caricatura y caricatura aparecían cápsulas donde la conductora Adriana de Castro interactuaba con el Carisaurio o hacían algún concurso.

Caritrece, como se llamaba originalmente, nació como un descarado intento de vender juguetes Bandai, por eso las primeras emisiones se dedicaban a promocionar los muñecos de los Caballeros del Zodiaco que en su época eran casi un lujo. Con el tiempo Caritele se basó más en sus conductores y los invitados, y en su barra de anime que incluía Saint Seiya, Sailor Moon, las Aventuras de Fly, entre otros.

A pesar de ser un programa dirigido enteramente al público infantil, no recurría al odioso gag de poner a su anfitrión como un adulto fingiendo ser un niño. De hecho, la conductora ni siquiera fingía ser más “chava” de lo que era. Quizá fue una decisión consciente o quizá porque TV Azteca no tenía muchos conductores y Adriana dobleteaba en otro programa de corte más serio.

El lado “infantil” lo daba el Carisaurio, una botarga de un dinosaurio que se comunicaba con chiflidos. Sí, suena horrible y lo era, pero la interacción entre la botarga y la conductora era cute, y obviamente el Carisaurio terminaba de pagafantas, así lograban una dinámica que se sentía real, a tal grado que cuando la conductora contrajo nupcias el Carisaurio estuvo en su boda (habrá que ver que tanto fue idea de los novios y que tanto orden de la televisora, pero de que te creías la amistad te la creías).

Caritele acabó cuando ya no tenía caso seguir con este tipo de programación, con canales de caricaturas las 24 horas. Además la conductora se graduó de barra infantil al programa matutino para señoras Con sello de mujer, junto con Maggie Heygi.

¿Qué habrá sido del Carisaurio?

1 | OTRO ROLLO

Terminemos como empezamos, hablando de cosas que nos gusta presumir que no veíamos. Al final de sus días, Otro Rollo se volvió ese programa que presumías no ver si querías verte intelectual. Pero honestamente fue el único de su tipo que logró mantenerse por años. Existieron otros intentos, ¡oh dios! recordamos con mucho schadenfreude cuando el Pelón Gómiz lo intentó.

Un par de años después que terminó Otro Rollo, uno de esos opinólogos de televisión hablaba de la gran ausencia que había dejado, y señalaba que hay una razón por la que siguen existiendo ese tipo de shows en Estados Unidos, a pesar de que la lógica nos dicte lo contrario.

Uno pensaría que en la época del internet son completamente intrascendentes los programas de revista nocturnos en los que un presentador habla del día a día de la sociedad y tiene invitados de talla internacional y cantantes del momento para platicar y ser entrevistados. Pero no lo son, por eso ahí están Jimmy Fallon, Conan O’ Brian y otros tantos, tomando la batuta de David Letterman y demás matusalenes de la programación nocturna, dándole una columna vertebral al discurso de la mass media y la sociedad del espectáculo.

Si bien Otro Rollo no era una epítome de la calidad, tampoco era tan malo como muchos quieren hacernos creer. Sus monólogos eran de mediocres a buenos y por su escenario pasaron las estrellas internacionales que venían de visita a México. Y siendo un programa en vivo a veces nos regalaba perlitas, como las ocasiones en las que el invitado no llegaba (la aplicaron Britney Spears y Paris Hilton). O momentos rarísimos como cuando, entre broma y broma, Adal Ramones le ofreció un cheque en blanco a Andrés Bustamante para dejar Los Protagonistas e ir a trabajar a Televisa.

En su momento Otro Rollo fue novedoso, si bien no innovador, es una lástima que nadie haya intentado tomar lo hecho por el equipo de Ramones y mejorarlo.



A la lista le faltaron cosas, como El Calabozo y el gran impacto de TELEHIT  en la mass media nacional, pero bueno, esos son temas para otro día, u otro año. Y recuerden, VIVA MÉXICO.