¿Quién es para ustedes el mayor héroe de la ficción mexicana? He hecho esta pregunta en multitud de ocasiones, y las respuestas tristemente son tan similares como escasas.
Un Kaliman por aquí, un El Santo por ahí, si se formula la pregunta dentro de los círculos nerds habrá un poco más de variedad, Blue Demon, Chanok, ¡ah, y el nefasto Chapulín Colorado!
Creo que el Chapulín es la respuesta más común, he visto mucha más gente orgullosa del personaje creado por Chespirito que por El Santo o Kaliman, quienes, aunque siguen en el imaginario colectivo y a veces hasta son recordados con nostalgia, no dejan de causarle cierta incomodidad al mexicano común que se apresura a explicar que, en efecto, sus películas y/o historias eran malonas pero “¿qué le vamos a hacer?”, como si las del Chapulín fueran Shakespeare condensado.
Al final, todo esto me ha llevado a dos conclusiones: a) Hace más de 30 años que no se crea un “héroe” nacional y, b) nos da cierta pena hablar del concepto de héroe mexicano, especialmente dentro del historias de acción y aventura.
LOS HÉROES DEL SILENCIO
Arquetipos heroicos hay muchos, y el concepto mismo ha mutado a lo largo del tiempo. No es lo mismo el héroe greco-romano cuya gracia era alcanzar grandes logros y dejar la suficiente progenie para que la nobleza se pudiera señalar como sus descendientes, al héroe folclórico que más que un personaje histórico o un paragón de la moralidad era simplemente el protagonista que explica por qué el mundo es como es.
Pero vivimos en un mundo globalizado y capitalista, donde los productos de consumo y entretenimiento creados y vendidos en y por Estados Unidos representan nuestra “metrópoli”, justo por eso, el “héroe” moderno es el Superhéroe. Sí, aún quedan rastros de otros tipos de héroes en la mass media, incluso dentro del género de acción y aventura (que en occidente siempre ha sido el género “heroico”) está el detective y el héroe de acción, pero incluso ellos son cada vez más y más similares al superhéroe, como podemos ver en las películas más recientes de la Roca o Tom Cruse.
El ascenso del superhéroe fue gradual, desde el ghetto que eran los cómics, hasta las pantallas de nuestros cines de hoy, poco a poco fue ganando terreno, primero desplazando al cowboy, luego al “héroe de acción”, hasta llegar a nuestros días, el paragón de la moral occidental.

BUSCANDO AL HÉROE MEXICANO
Así que mientras el superhéroe se encumbraba ¿qué hacíamos en México? Bueno, entre las décadas de los 50 y los 70 hubo muchos intentos por crear héroes nacionales, desde el cine hasta el cómic, pasando por las radionovelas. ¿Pero después de eso?
No mucho, al principio de los 90s y en la segunda mitad de la primera década del milenio hubo revivals de la lucha libre. Pero no podríamos decir que de ahí se esté generando un arquetipo mexicano heroico. En general, la cultura nacional de los 80 hasta la fecha no se ha preocupado demasiado por hablar de heroísmo.
Una razón de esto es que al mexicano no le gusta mucho el género de acción aventura, como sociedad preferimos el melodrama y la comedia. Ahí sí hay muchos “héroes” (novios que luchan por sus amantes, niños ricos que aprenden a amar a la niña pobre, etcétera), pero eso no explica del todo por qué México no continúo creando su propio arquetipo heroico en la ficción.
Hubo un tiempo en que sí lo hicimos, los Luchadores son (o fueron) un inicio que en algún punto se vio cortado (en retrospectiva creo que podríamos decir que murió con El Santo original). ¿Pero hoy? Hoy nada más pensamos en esos personajes con más de 50 años de existencia, que hace mucho que no tomamos en serio? Ah, sí, y el Chapulín.

ALTO RENDIMIENTO, BAJA AUTOESTIMA NACIONAL
Otra razón por la que no existen nuevas caras heroicas nacionales, y yo creo que esta pesa mucho más, es que nos da pena pensar en un “héroe mexicano”, hay cierto nivel de baja autoestima en nuestra sociedad.
Creemos que el mexicano no puede ser heroico, no como la barbilla cuadrada del americano o el honorable japonés. Y por eso,mejor nos preocupamos más por deconstruir la idea de héroe, sea como parodia cómica (Chapulín Colorado) o como crítica social (Operación Bolivar).
Tampoco ayuda que, dentro del colonialismo cultural, busquemos imitar al “amo” tratando de hacer superhéroes mexicanos. Tarea infértil porque el superhéroe es tan americano que ni los mismos ingleses pueden adaptarlo. Cuando otra cultura adopta y adapta al superhéroe tiene que transformarlo, de forma que deja de ser un superhéroe per se. Desde Dr. Who hasta Kakaroto, un superhéroe no-americano, no parece mucho un superhéroe.
Ahora, el problema de nuestra baja autoestima nacional es mucho más profundo que sólo temas de creaciones ficticias. Tenemos problemas incluso para procesar la idea de un héroe nacional histórico.
Benito Juárez, Lázaro Cárdenas y Emiliano Zapata serían lo más cercano a héroes nacionales que conservamos y aún ellos son blanco constante de “desmitificadores” que buscan decirnos que realmente no deberíamos enorgullecernos de sus acciones.
Es difícil, si no imposible, crear un personaje ficticio heroico si no tenemos en claro qué es, para nosotros y desde lo nuestro, lo “heroico”.

REBELDES SIN CAUSA
Entonces ¿Qué?, ¿Estamos condenados a ser una cultura sin héroes?
No necesariamente. México si tiene un arquetipo heroico, lo que pasa es que no lo consideramos como tal, porque bordea el anti-heroísmo: El revolucionario.
Probablemente es producto de nuestra situación como nación post-colonial y nuestra historia con las narraciones “oficialistas”, pero el mexicano ama al revolucionario, al caballero de armadura oxidada.
En México, los héroes pueden ser todo menos defensores del status quo. Por eso es que nunca vamos a poder tener un “superhéroe mexicano” ¿cómo podría? Por definición el superhéroe defiende el sistema tal cual es, de amenazas que intentan destruirlo. El mexicano no aceptaría a un héroe que defendiera al sistema, pues en nuestro estatus como sociedad periférica, no somos los principales receptores de los privilegios de dicho sistema.
En México, los héroes deben vivir en la periferia, ser iconoclastas, anarquistas, ser motor del cambio. Esto es verdad incluso en nuestros fugaces héroes de la ficción: El Santo y Blue Demon son luchadores, algo que nace de la cultura barriobajera; Kaliman abandera el cambio (aunque sea cíclico); Fantomas es un anti-héroe que lucha abiertamente contra el sistema capitalista y de clases; Chanok y el Pantera viven en los márgenes de la “civilización”.
Incluso nuestros personajes históricos más amados son aquellos que nunca fueron parte del sistema: Francisco Villa y Emiliano Zapata. Dos revolucionarios que murieron por órdenes de los gobiernos “revolucionarios”. Por eso sus figuras históricas son lo más cercano a ser “inmunes” a los desmitificadores, nadie necesita que sean santos, sus pies de barro son lo que los hacen heroicos.
Incluso la Metrópoli (entendida como el centro cultural del mundo capitalista) entiende que el héroe en México es un rogue. Desde Speedy Gonzales hasta el personaje de Diego Luna en Star Wars, son criminales y son heroicos. Claro, desde ahí nos lo dicen con reproche, por ser una cultura que encumbra criminales, pero desde aquí lo sentimos con orgullo.

MIRANDO AL PASADO
Antes de hablar de cómo deberían ser los héroes mexicanos creados desde el hoy, primero tenemos que ver hacia atrás, a aquel momento en el que estuvimos a punto de desarrollar un arquetipo propio de héroe, no tan cercano al anti-héroe. A la época de los luchadores y de las radionovelas.
Mientras los gringos iban creando al superhéroe (que en los 50 vieron más al cowboy que al superhombre como su epitome heroica), aquí desarrollábamos a nuestros luchadores como la cúspide de NUESTRA heroicidad.
Más tarde Kaliman, supuestamente el cómic nacional de mayor tiraje y popularidad, nos daría propiamente a un superhombre. Tomando y replanteando los mitos de Moisés, Hércules, Arturo y muchos otros, en la forma de un sólo personaje. El superhombre de ojos azules visto desde la mente mexicana.
Hubo otros, paralelos temporalmente o posteriores, algunos luchadores como Blue Demon, otros más humanos como Chanok o el Pantera; entre ellos forman el Olimpo de nuestros personajes heroicos ficticios.
Pero en las próximas semanas sólo me centraré en los primeros dos: El Santo, el enmarcadado de plata, y Kalimán, nuestro hombre increíble. Ah sí, y en un tercero que he aprendido a amar y que va muy bien con mi teoría de que el héroe mexicano es un rogue: Fantomas, la amenaza elegante.
Así que vengan a festejar el mes patrio con La Covacha, tiren sus guayaberas y sus huipiles y pónganse el traje charro, déjense crecer el bigote, olviden los sopes y los panuchos para embutirse tacos, y pongan a Molotov a todo volumen. Los siguientes tres viernes veremos al Santo luchar contra marcianos, la historia secreta de Kaliman y nos rascaremos la cabeza en confusión ante las camisas polo naranjas de alguien que se ostenta como “la amenaza elegante”.
Ah sí, ¡y viva México k-bro-nes!

Ilustración principal realizada por Chris Giarusso para la revista Comikaze #25.